Llegó a la Universidad a hacer su práctica, con 17 años. En el camino, fue desarrollando una carrera como Ingeniero Agrónomo, dedicado a lo que realmente le gusta: el trabajo con la naturaleza al cuidado de las 20 hectáreas del Campus Chillán.
Agricultor desde niño, Wilson González Saavedra es actualmente el Jefe de la Unidad de Parques y Jardines del Campus Chillán. Un cargo que trae consigo el cuidado de 20 hectáreas de terreno, más de 100 especies de árboles nativos e introducidos y los pudúes y pavos reales que son parte del patrimonio del campus.
Han pasado 20 años desde que Wilson llegó a hacer su práctica, desde el Liceo Agrícola de Chillán. Con 17 años, se integró al Departamento de Producción Vegetal de la Facultad de Agronomía. En su primer día, el 2 de enero del 2001, mientras todos daban los abrazos y él todavía estaba conociendo el lugar, tuvo su primera tarea: cosechar cardos. Aunque quedó lleno de espinas, recuerda con cariño ese inicio, porque se le abrió un mundo nuevo.
Junto con el equipo de la profesora Marisol Berti Díaz —que hoy es académica de la Universidad de North Dakota— empezó a trabajar en lo que hoy es una de sus grandes pasiones, las plantas medicinales.
“Los trabajos principales de investigación fueron sobre nuevas alternativas de cultivos para los agricultores, como las especies oleaginosas. Para mí, el mas destacable fue el trabajo con plantas medicinales. Tomamos muestreos in situ, fuimos a la cordillera, a la costa, al valle, hicimos mucho trabajo de investigación”.
Cosechando semillas de plantas medicinales en la cordillera de Ñuble
Wilson estaba recién egresado y este fue su primer trabajo. Luego vinieron sus estudios de Ingeniería para después obtener una Licenciatura en Agronomía. Fue un período de trabajo intenso, había días en que viajaban a Osorno para tomar muestras y en la noche tenía que ir a clases, para luego estar al otro día temprano en su puesto de trabajo. También hizo estudios en el extranjero. “Tuve la posibilidad de viajar a Estados Unidos por un intercambio de la profesora Berti, estuve cuatro meses en la Universidad de North Dakota y pude trabajar en mi tesis”.
Estos años de aprendizaje le han permitido desarrollar su proyecto de vida. “La Universidad ha sido mi único empleador en estos 20 años. Gracias a eso me pude formar, aprender muchas cosas. Llegué a un lugar de gente muy capaz y conocí personas que me enseñaron y educaron. Tomé todo lo que más pude y lo absorbí, eso me ayudó a ser lo que soy ahora, estudiar y formar un hogar”.
Lo anterior, porque hace poco pudo comprar un terreno cerca de Chillán, donde tiene su casa, huerto y vivero, y en el que trabaja con su padre en cultivos tradicionales como trigo o maíz y, por supuesto, con sus plantas medicinales.
Desde 2011 dirige la Unidad de Parques y Jardines, una vez que finalizaron los proyectos en Agronomía. Hoy trabaja con un equipo de siete personas, y en pandemia, realizan turnos de dos personas para vigilar que el campus esté en condiciones. En estos años, le ha tocado enfrentar tres temporales, en los que árboles añosos han caído sobre edificios. Y ha presenciado el nacimiento de pudúes, una de las atracciones del campus.
“Hoy tenemos cuatro pudúes y ocho pavos reales. En el caos de los pavos, creo que es número suficiente porque gritan fuerte. A veces los alumnos están en certamen y los escuchan. Es parte de la experiencia del campus, el que no escuchó a un pavo gritar en un certamen no estudió acá”.
Wilson con un pudú recién nacido (2013)
Sobre los pudúes, dice que en general son cuatro pero que a veces llegan algunos ejemplares silvestres heridos, para ser rehabilitados por el Centro de Rescate UdeC. Son una atracción especial del campus, que llama la atención sobre todo a niños y niñas. “Los pudúes son asustadizos. Son pequeños y no son de dejarse acariciar. Tenemos una hembra que ya está más acostumbrada a vernos y no se aleja, pero en general, su comportamiento es esquivo”.
Vocación por la naturaleza
Wilson es de Bustamante, una localidad rural perteneciente a la comuna de Coihueco, que queda a 40 kilómetros de Chillán. Toda su vida vivió en el campo, y por lo mismo, su carrera profesional es como una continuidad de la tradición familiar. Por ello, entiende que para trabajar en el cuidado de un parque, se necesita tener una cercanía especial por la naturaleza.
“Hay que tener conocimientos de agricultura básica, tienes que saber usar un azadón. Y saber que podar en abril o mayo en el exterior no es lo mismo que estar en una oficina calefaccionada. Te tiene que gustar. Con el tiempo vas aprendiendo que no todas las plantas son iguales, necesitan distintas cantidades de agua y fertilizantes, y tienen distintas podas”, afirma.
Comenta que cuando le ha tocado buscar nuevos miembros para su equipo, ha elegido a jóvenes que vienen del campo, “que salen a buscar leña con sus familias, que les gusta la lluvia, que cosechan papas en esta temporada”. Es decir, gente conectada con los ciclos de la naturaleza.
Una conexión que Wilson ha podido desarrollar a través de las tareas del parque. Desde el año en que asumió la jefatura, ha trabajado por presentar un parque limpio y abierto. “Todas las especies aportan a hacer el entorno más acogedor y también contribuyen como pulmón verde en una zona que tiene días con alta contaminación. Mantenerlo es complejo, hemos tenido que cortar árboles que estaban perforados por dentro, con muchas enfermedades. Pero cuando cortamos un árbol, plantamos cinco”.
Así, el parque que los visitantes y miembros del campus ven y disfrutan a diario es fruto de un arduo trabajo de mantención, podas, riego y, sobre todo, observación. “Me encanta caminar por el parque, mirar los árboles. Los observo y aprendo algo nuevo siempre. No me canso, son diez años de esto y todavía tengo mucho que aprender”.
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